Cuando Gerardo y Ramón no pueden celebrar como debieran sus 46 y 48 cumpleaños.
Cuando escribí el artículo anterior titulado Madres y esposas de los 5 en una larga y angustiosa espera, estaba consciente que debía referirme a otros aspectos sensibles de este caso y, en particular, al asunto de los hijos.
Así que ahora acelero el abordaje del mismo, ante el reclamo convincente de la sensible e indomable madre de Fernando, Magali Llort, quien me convoca –nos convoca a todos- a luchar porque “se ponga fin a esta gran injusticia cometida –no sólo contra nuestros hijos- sino también contra nuestro pueblo, que era en definitiva el objetivo que los llevó a ellos a realizar un trabajo que garantizara la preservación de nuestros coterráneos”. Y continúa Magali pensando y derramando verdades que duelen y laceran las vidas de las familias de los 5 Héroes:
“Creo que sería muy conveniente que se incluya lo que esta injusticia ha significado para los Cinco, así como para sus hijos, y el hecho de que hayan crecido sufriendo esta injusta ausencia, pues ellos también han sido castigados por el hecho de tener padres que han sacrificado el acto amoroso de estar tiernamente a su lado por cumplir una misión que implicaba evitar que se siguieran perdiéndose vidas de otros seres humanos, cubanos o no, por causa del terrorismo contra Cuba.”
Y ahí está la esencia de esta cuestión en la voz de Magali, que conoce bien que ya Rosa Aurora y Fernando, no podrán procrear, por razones de salud reproductiva, el hijo o los hijos que seguramente esperaban tener tiempos atrás. Tendrán que apelar a ese sentimiento noble del amor materno y paterno y desarrollarlo hacia los hijos de los demás compañeros, y tendrán que asumirlo como el renunciamiento que los azares de la vida imponen a los hombres y mujeres en un minuto histórico cuando se toman decisiones que afectarán las vidas y los destinos en sus múltiples manifestaciones. “El hombre, decía José Martí, es un instrumento del deber: así se es hombre.” Y este es el caso de Fernando y el del resto de los cinco Héroes cubanos.
También Adriana y Gerardo están en esta encrucijada. Podrían tener un hijo o varios en el futuro, incluso en el futuro inmediato, si el gobierno de los Estados Unidos autorizara una clemencia especial para la posible reproducción desde la cárcel, o lo que sería un ejercicio mayor de clemencia y justicia, si se procediese a liberar, mediante indulto, a los Cinco, tal como han solicitado el ex presidente Carter y muchas otras personalidades de ese país y del mundo. Pero mientras eso no sea una realidad tangible, mientras les esté negada a Adriana incluso una simple visita para ver y tocar a Gerardo en la cárcel de alta seguridad de Victorville después de casi catorce años, tendrán que asirse a la verdad histórica que reafirma una vez más que nunca ha sido fácil ejercer el patriotismo y rebelarse contra los poderes extranjeros despiadados, ya fueran imperios colonialistas antiguos o ya sean de corte imperialistas como los actuales.
Y en esta circunstancia particular de Gerardo debe recordarse lo que expresara el abogado de Gerardo a su madre Carmen: “Gerardo es un santo, porque nunca he visto a una persona que resistiera tanto odio contra él desde tanto humor.”
Y es una razón más para admirarle ese heroísmo rebelde que reflejó con una dignidad sin límites en su alegato, al expresar ante el tribunal su más firme convicción y retomando las palabras del patriota norteamericano Nathan Hale:
“Confío en que si no es en éste, en algún otro nivel del sistema, la razón y la justicia prevalecerán por encima de los prejuicios políticos y los deseos de venganza y se comprenderá que no hemos hecho ningún daño a este país, que merezca semejante condena. Pero si así no fuera, me permitiría repetir las palabras de uno de los más grandes patriotas de esta nación, Nathan Hale, cuando dijo: "Sólo lamento no tener más que una vida para entregar por mi patria".
Y formando parte indisoluble de su vida sacrificada están las de los hijos queridos y soñados pero no nacidos. Y habrá sufrimiento por ello, pero nunca arrepentimiento. Como dijera Gerardo en entrevista a Saúl Landau:
“La idea de traicionar nunca me pasó por la mente. Es tan obvio que hasta me cuesta trabajo explicarlo. Pero sería traicionar no solo a mi mismo como persona, como revolucionario, sino sería traicionar a un país completo, a mi familia. Sería traicionar a todos los cubanos que en ciento y tantos años de revolución, desde 1868, han muerto, han dado sus vidas porque ese país sea libre, sea independiente y conserve su soberanía. Yo estaba bien claro desde el primer momento que lo que yo hacía no estaba mal hecho. Me apena haber violado algunas leyes, pero fue por lograr un bien mayor y por absoluta necesidad. Así que no tengo nada de qué arrepentirme.”
Esto demuestra que hay hombres que se agigantan ante su pueblo. Son aquellos que en los momentos cruciales de la historia son capaces de sacrificarlo todo por salvar a su patria. Esos hombres se identifican con su pueblo de tal manera que llegan a constituir una sola cosa. Y el pueblo se reconoce en ellos y les hace parte de su propio ser entrañable. De la estirpe histórica de esos hombres surgieron los cinco Héroes cubanos, que son herederos de una tradición de fidelidad y heroicidad indomables.
En los casos de Gerardo y René, impedidos durante todos estos años de que sus esposas respectivas Adriana y Olga los visitaran en sus cárceles, o ahora, en el caso de René, durante su libertad supervisada, cabe preguntarse:
¿Por qué durante tantos años –casi catorce- el gobierno de los Estados Unidos, supuesto defensor de los sacrosantos derechos humanos, no ha concedido la visa a Adriana y Olga para visitar a sus esposos Gerardo y René, alegando algo tan risible y cobarde como razones de seguridad nacional del imperio más poderoso de la historia? ¿Peligra de verdad la seguridad nacional del imperio porque Olga y Adriana visiten a sus esposos en cárceles de los Estados Unidos? ¿Se habrán acabado o fallecidos los supermanes de ese país?
¿Por qué el gobierno del imperio “todopoderoso”, que pretende dictar su política arbitraria a todo el mundo, se muestra tan débil, ruin y cobarde ante la posible presencia en su territorio de dos mujeres sencillas con el objetivo de visitar a sus esposos, con lo cual se convierte en inhumanamente vengativo, violador de normas y principios legales y humanitarios nacionales e internacionales, pero, a la vez, en un hazmerreír por las razones tontas y torpes esgrimidas?
Los casos de René, Ramón y Antonio han sido diferentes, pues sus hijos han debido esperar, cada uno desde su imaginación y sensibilidad personal según sus edades respectivas, por la presencia del padre, convirtiéndose esa larga ausencia en un sacrificio que ha lacerado sus existencias. Han crecido y han despertado a la vida y al mundo con sus bellezas y horrores, han sufrido la impotencia de no poder revertir la atroz injusticia contra sus padres, sus madres, sus abuelas y ellos mismos. Después de años ellos se fueron incorporando a visitar a sus padres junto a sus madres. Sin embargo siempre habrá ocasión para preguntarse, para grabar estas palabras en la conciencia del mundo: ¿Por qué durante años el gobierno norteamericano impidió que Ivette, la pequeña hija de René, de sólo pocos años, visitara a su padre junto con su madre, tal como la razón, la moral, la psicología, la sensibilidad y la ley aconsejaban y demandaban? ¿Es acaso que esa desgarraduras internas no quedan en el consciente e inconsciente para siempre?
Un hijo significa mucho para el padre, al igual que un padre representa mucho para el hijo. Decía Martí que “de todas las congojas de la vida premian los hijos buenos, y no tiene el mundo aplausos que valgan lo que el beso de vuelta en una frente puro…” Y en torno a la significación del hogar, expresó: “¿Qué importan todas las serpientes de este mundo, si se tiene un rincón de paredes blancas, y una mano pura que apretar, cuando todo cesa, en el silencio; si de la amistad de las dos almas nacen los hijos buenos y bellos?”
“Un hijo es el corazón.”, dijo el maestro. Y, por lo tanto, durante estos largos años, ese corazón inmenso de los 5 cubanos presos en los Estados Unidos ha sufrido el dolor de vislumbrar a distancia a sus hijos, de verlos de muy niños hasta casi hombres y mujeres hechos, en el caso de algunos de ellos, cuando se producen las visitas espaciadas en sus prisiones, o cuando piensan y están conscientes de ya no se puede o se teme que no será posible engendrar el fruto de la herencia compartida con la amorosa mujer que les acompañan y han acompañado en las buenas y malas horas de la vida.
Los hijos de los Cinco también permanecen en larga y angustiosa espera por la liberación de sus padres ejemplares. Y todos los que somos testigos de esta tragedia humana, sabemos que han sido muchas las serpientes que, anidadas en los Estados Unidos, han dado sus dentelladas salvajes a la existencia de los Cinco y sus familiares.
Enviado por su autor.
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