Encarcelados desde hace más de diez años por delitos que nunca cometieron y sometidos a las prácticas más perversas del sistema judicial de los Estados Unidos; han logrado concitar una adhesión que supera largamente la identificación política.
Son, objetivamente el símbolo de una demanda humana que refleja la voluntad de millones de personas en todos los confines del planeta.
Y no generan solamente una adhesión formal, emotiva o racional; sino que convocan también a la acción unida a todas las fuerzas democráticas y progresistas; ayudan a la organización de las luchas y alientan la batalla por la dignidad de los pueblos en cada lugar en los que brillan con luz propia.
Es verdad que fueron detenidos en 1998, cuando en
Pero ese fue apenas el inicio de una odisea que hoy hace historia y que podría concluir pronto si la más elemental sensatez volviera a regir la vida de los hombres y la relación entre las Naciones.
Y es que esa “elemental sensatez” se terminó de esfumar cuando el 20 de enero del año 2000 el señor George W. Bush inició su primera gestión en el nuevo milenario con acciones inicuas que no fueron sino la antesala a lo que vendría después: la ocupación militar de Afganistán y la guerra de Irak.
Por las orientaciones de ese momento, en efecto, la suerte de “los
Y así se generaron condenas que horrorizaron el mundo y que podrían lucir simplemente idiotas si no reflejaran el propósito de ser ejecutadas por los halcones del Pentágono que viven aún en las entrañas de la guerra fría.
Fue a comienzos del nuevo siglo, en efecto, bajo la gestión presidencial del señor Bush cuando se dictaron las penas que dieron al traste con el sentido común y el más elemental criterio de justicia.
Y fue a partir de entonces que se inició la rueda judicial norteamericana que hoy busca cerrar definitivamente un proceso que no conoce de leyes sino de estulticia.
En estos años del milenio, en la medida que se ha ido conociendo el caso, ha crecido la identificación de los pueblos con la causa de los 5. Hay que reconocer, por cierto, que un factor adicional para que esto sea posible, ha sido el rumbo general de los acontecimientos, y el ostentoso fracaso de la política norteamericana empeñada en doblegar en cada recodo del planeta la resistencia de los pueblos.
Cada derrota política de la administración yanqui ha sumado puntos a la causa de los 5 porque ha servido para demostrar que quienes son capaces de urdir las trapacerías que ahora se revelan, será también capaz de inventar las más pérfidas mentiras para encubrirlas.
Pero también en este caso se confirma aquello que la maldad no llega lejos. Al cabo de diez años, gana fuerza la idea de que los 5 son inocentes y que una verdadera revisión de la causa. no tendría más alternativa que admitirlo.
La derrota política del señor Bush, ocurrida en noviembre pasado, y el inicio de una nueva gestión al frente de
Si la presión de la opinión pública norteamericana en su momento obligó al gobierno de ese país a poner fin a la guerra de Vietnam a mediados de los años setenta del siglo pasado; esa misma presión impone a las nuevas autoridades de Washington acabar con la herencia del mandatario saliente: poner fina la guerra de Irak, establecer lazos mas confiables hacia América Latina, acabar con el repudiable bloqueo contra Cuba, y liberar a los 5 permitiendo que retornen a su patria y con los suyos.
Ya soplan vientos que indican que todo eso es posible. Pero que, sobre todo, es racional y sensato.
Para que eso ocurra, es indispensable que la voluntad de cambio expresada por el nuevo mandatario de los Estados Unidos, se refleje en hechos. El mundo lo demanda.
Si los 5 recuperan la libertad, eso hay que atribuirlo, en efecto, a la exigencia del mundo.
Porque en todas las ciudades del planeta surgieron Comités de Solidaridad con los 5; porque en todas partes marcharon multitudes hacia las sedes diplomáticas del Imperio; porque se alzó en todos los confines del planeta la voz de hombres, mujeres, y aun niños, que dijeron su palabra con firmeza; porque creció el árbol de la solidaridad hasta hacerse frondoso y esperanzador.
La fuerza de los pueblos será, entonces, la que arranque a los 5 de las cárceles en las que hoy viven. Y es que los pueblos han hecho de esa, su bandera, una causa universal .
Por Gustavo Espinoza M., del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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