domingo, 29 de septiembre de 2013

Otra historia de amor


Por Marlene Caboverde Caballero*

 

Gerardo, no se trata de una obstinación de mi parte. Es simplemente que la vida me invita a continuar creyendo en la hermosura de los seres humanos y sobre todo, en el amor, cada vez que pone en mi camino historias como la de María Julia García Oliva.

 María Julia es una mujer de 52 años que vive en el municipio de Jaruco. Es maestra de profesión y creadora por vocación. Le encantan los niños y las plantas. También dibujar y mantener a su alrededor el orden, la limpieza, el encanto.

 No recuerdo bien si nos habíamos visto alguna vez, pero ya la conocía por referencias. Hace unos días la visité en su casa, muy próxima al Círculo infantil Rayitos de Sol de este municipio donde había estado antes atraída por el ambiente de renovación que se vive por estos días en esa institución educacional.

 Supe entonces, que la responsable de la ornamentación con las plantas recién sembradas y los dibujos coloridos de animales que les encantan a los niños, era María Julia. Por eso, enseguida decidí encontrarme con ella.

 Era cierto lo que me habían advertido: María Julia tenía el brazo derecho en cabestrillo porque no le respondía. Me recibió con la alegría de una niña de solo mencionar mi nombre, y durante un rato conversamos acerca de las ideas que le faltaban por materializar en el círculo infantil.

 Después, el diálogo se dirigió, por iniciativa suya, hacia la retrospectiva de su vida cuatro años atrás. María Julia evocó los días en que fue operada dos veces a causa de un tumor que sangraba en su cabeza.  

 Dice, que estuvo por mucho tiempo inmóvil, fea, inútil. También me contó que debieron extirparle uno de los huesos del lado izquierdo de la cabeza para salvar su vida, pero esa cirugía le ocasionó una parálisis casi total en un lado de su cuerpo.

 Sin embargo, como secuelas de aquel tiempo solo saltan a la vista el brazo inerme que sostiene con una cinta, y algunas dificultades que tiene aún para pronunciar palabras largas o complicadas.

 Hoy María Julia se empeña en hacer casi todos los quehaceres domésticos sin ayuda alguna. Es cierto que en sus bellas locuras solo le acompaña una de sus manos pero, ¡cuánto le sirve la vida para ayudar a los demás!

 Así pensé en aquellos instantes cuando recordaba el círculo infantil y observaba la armonía en los objetos de su casa, el olor a limpio, la frescura de su hogar. No obstante pasó algo que me hizo repensar al ser humano y concordar otra vez conmigo misma en que, es lindo vivir cuando se lo debes a alguien.

 Allí frente a nosotras estaba su esposo Reynaldo, que acaba de llegar. Es un hombre simple que trabaja como mecánico y con quien tiene dos hijos y más de 30 años de vida en común.
 Supe enseguida que aquel hombre vivía por ella y para ella, cuando les conté de un joven que fue abandonado por la esposa luego de sufrir un accidente que lo paralizó hace también cuatro años atrás, pero que por suerte aprende nuevamente a caminar.

 Después de escucharme, Reynaldo acarició la cabeza de su mujer y dijo que él no hubiera podido abandonarla, porque tenía la certeza  que ella jamás lo hubiera dejado ni en esa ni en otras circunstancias: “¿Y si hubiera sido yo?”, repitió para sellar la historia de amor con que me premiaron el día, y la vida.

 Gerardo, quise contarte esta historia a ti en especial, porque en esencia se parece a la tuya con Adriana. Reynaldo espera aún a María Julia, y Adriana siempre esperará por ti.

 *Periodista cubana, trabaja en la emisora Radio Jaruco, y una de las fundadoras del Comité “Alas de Libertad” de esa emisora, por la Libertad de los 5
Imagen agregada RCBáez


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