martes, 7 de octubre de 2008

No podemos, no queremos dejar de pensar, por M. L. González

Hace apenas un mes se cumplieron diez años del encarcelamiento de Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Fernando González y Ramón Labañino. Desde el primer día, el pueblo de Cuba y millones de personas en el mundo han reclamado su libertad. A lo largo de todo este tiempo, cada una de esas personas ha ido sabiendo que las acusaciones que se hicieron contra ellos eran falsas, que el juicio al que fueron sometidos estuvo plagado de irregularidades, que no se pudo probar que conspiraran para cometer asesinato o planearan atentar contra la seguridad de los Estados Unidos. Cada una de esas personas sabe también que las penas que se arrojaron sobre los Cinco son el reflejo de lo que es capaz de urdir la política estadounidense contra todo lo que se oponga a la imposición de su hegemonía.

Ese fue realmente su delito: combatir el imperialismo y hacerlo desde uno de sus centros, abortando los ataques que grupos terroristas, afincados en La Florida, estaban acostumbrados a perpetrar impunemente contra Cuba, o lo que es lo mismo, contra su pueblo y su Revolución.

René, Gerardo, Fernando, Antonio y Ramón acabaron con esa impunidad. La indigna prisión que llevan sufriendo desde 1998 ha servido para que millones de personas en el mundo hayan podido conocer, más si cabe, las entrañas de un monstruo insaciable.

Cada una de ellas tiene, en los nombres de estos cinco revolucionarios cubanos, la constancia de que existe un mundo de justicia por el que merece la pena luchar; darlo todo para ganarlo todo. Esa es la razón por la que los pueblos del mundo, desde los Estados Unidos a Sudáfrica, pasando por Perú, Chile, Venezuela, La India, Italia, o España salen a la calle para exigir que se ponga fin a su encierro.

No existe un rincón del planeta donde no llegue la luz de Cuba, filtrándose a través de los barrotes de las celdas de Los Cinco. Esa libertad, la de estar presentes en las luchas de los pueblos, nunca les va a ser arrebatada, quizás, porque no es suya de forma exclusiva. El propio Gerardo lo explicaba el pasado junio, tras conocer uno de los fallos negativos de la Corte de Atlanta, el cual, dijo, identificaba “al mismo sistema de justicia que tiene encarcelado por más de 20 años a Mumia Abu-Jamal, a Leonard Peltier y a los presos políticos puertorriqueños“.

No podemos dejar de pensar que todos ellos, junto a los presos palestinos del sionismo israelí o los presos saharauis de la ocupación de Marruecos, hablan a través de la voz de Los Cinco y, por tanto, a través de la voz de los pueblos que, a lo largo y ancho del orbe piden su liberación.

No queremos dejar de pensar que esa es la voz que se escuchó el pasado sábado en Madrid, cuando cerca de dos mil personas tomaron las calles para gritar contra la lógica del sistema que invadió Iraq; el mismo que saquea y expolia los recursos naturales de continentes enteros, el que tortura a quién sabe cuántos hombres y mujeres en cárceles secretas o en prisiones bárbaras como Guantánamo o Abu-Grahib; el mismo que mantiene un criminal bloqueo contra Cuba, desde hace casi 50 años, y que multiplica el derroche de unos pocos frente al hambre de los muchos.

No queremos, pero es que, además, no podemos. Con cada metro que avanzó, en su recorrido, la manifestación, los que asistieron estaban respondiendo, o más bien correspondiendo, a la entrega y al llamado de los Cinco. Gerardo Hernández, sobre el que pesan dos cadenas perpetuas por defender a Cuba del terrorismo, lo ha dejado claro: "…nos echaremos los años que hagan falta, 30, 40, lo que sea, que mientras quede uno de ustedes afuera, resistiendo, nosotros también vamos a resistir hasta que se haga justicia”.

No podemos dejar de pensar que tendremos que tomar las calles muchas más veces, pero es que no queremos dejar de pensar que Los Cinco volverán a Cuba.

Volverán a Cuba.

Fuente: Rebelión

Tomado de Boletin Por Cuba Año 6 Número 81

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