Por Wilkie Delgado Correa
A lo largo de la historia, incluyendo los momentos actuales, Cuba ha seguido siendo un punto de la geografía que atrae, enamora, encanta y, en muchos casos, impele al compromiso con sus destinos, su suerte y proyección en el mundo. Esa ha sido su buena suerte.
Han sido muchos los extranjeros, de todas partes del mundo, que desde campos diversos han enriquecido la historia de Cuba. Algunos combatieron con las armas y derramaron su sangre en sus luchas libertarias. Otros la defendieron con las ideas y pusieron su pensamiento humanista, científico, filosófico y político a favor de su causa.
Un amor inextinguible unió o une a estos hijos de otras tierras a la tierra cubana, que siempre se ha hecho querer por el carácter de su pueblo y el encanto de su naturaleza prodigiosa. En la lista figuran desde grandes hombres hasta hombres comunes, muchos de los cuales llegaron a formar parte definitiva del armazón esencial sobre el que se sustenta el cuerpo de la nación cubana, así como muchos han abonado con sus restos la fecunda cubanía universal. No importa que sus actos hayan sido grandes o pequeños, lo fundamental es que la entrega existencial de todos se haya incorporado a la cultura y naturaleza y modo de ser del pueblo cubano.
Por eso es un acto de justicia del pueblo cubano agradecer, para hoy y para mañana, cuanta solidaridad y defensa recibió o reciba Cuba, pues como afirmara José Martí: “A quien me la ama, le digo en un gran grito: hermano. Y no tengo más hermanos que los que me la aman “.
Si por dos norteamericanos buenos, de los tiempos presentes, manifestaremos siempre gratitud y llevaremos luto en el corazón los cubanos es por los fallecidos recientemente Leonard Weinglass, abogado defensor de los 5 Héroes cubanos y por Lucius Walker.
En el caso de Lucius, negro y pastor religioso, porque fue capaz de desafiar las leyes y medidas injustas de los gobiernos de su país contra Cuba -que las referidas al bloqueo califican jurídicamente como actos de genocidio- y que le exponían a sanciones severas, tanto a él como a sus seguidores, cuyos rangos eran desde prisión de varios años hasta multas en extremo costosas.
Todo eso desafió Lucius, junto con sus seguidores, con una valentía y entereza de cristiano verdadero, porque ese hombre íntegro tenía la convicción de que la amistad y solidaridad de su pueblo con el nuestro, era una causa por la cual valía la pena correr cualquier riesgo y, además, soñaba que un día cercano o lejano las relaciones entre el pueblo norteamericano y cubano se inspirarán y basarán en los sentimientos que su espíritu y creencia religiosa le permitían concebir como posibles y alcanzables por medio de una lucha pacífica sostenida, que implicaba desobediencia civil de leyes injustas y actos amorosos de fraternidad con el pueblo agredido. Y es que para ver convertido en realidad un sueño, es necesario en primer lugar la capacidad de soñar, y en segundo lugar, la perseverancia en la consecución del mismo hasta verlo materializado.
Como laboriosas abejas, recolectando néctares, recorren por estos días el vasto territorio norteamericano los integrantes de la XXII Caravana de Pastores por la Paz, recogiendo la ayuda humanitaria del pueblo norteamericano, manteniendo viva la iniciativa que fue impulsada por Lucius desde 1992 con la misión de promover la amistad entre los pueblos de Estados Unidos y Cuba, y poner fin al bloqueo económico, financiero y comercial impuesto a Cuba.
Esta vez, a la llegada de esta Caravana a La Habana, Lucius no la encabezará físicamente, orgulloso y sonriente por arribar a nuestro país con su carga solidaria, y junto con el grupo generoso y estoico que lo acompañaba siempre, pero estará presente espiritual y amorosamente en cada uno de los caravanistas que pisen nuevamente a la tierra cubana.
Aquí se producirá el reencuentro con su espíritu, sus cenizas y su memoria, y los integrantes de la Caravana participarán en el homenaje a Lucius y la colocación de la urna con sus cenizas en un lugar especialmente destinado para su descanso definitivo en tierra cubana, donde se le acogerá y reverenciará como a hijo propio e inmortal por sus merecimientos y su trascendente obra humanista.
Ha muerto Lucius pero continuará viviendo en la organización Pastores por la Paz. Ambos a nivel individual o colectivo merecieron el Premio Nobel por la Paz por sus acciones concretas y relevantes en este campo y, en consecuencia, debieron haberlo recibirlo. Pero existen premios mayores en este mundo que el Nobel, pues los otorgan la conciencia y el corazón de los pueblos y se expresan no en un valor monetario, sino en un valor excelso consustancial a la gratitud y la inmortalidad.
Lucius nació el 3 de agosto de 1930 y falleció el 7 de septiembre de 2010, a la edad de 80 años, en Nueva York. Fue un incansable luchador por causas justas y nobles de América Latina, el Caribe y África. Y desde que se produjo la prisión de los cinco Héroes cubanos fue un firme baluarte de la defensa de René, Gerardo, Ramón, Fernando y Antonio, por cuya liberación trabajó tenazmente como lo hizo previamente para el regreso a Cuba del niño Elián González.
El último homenaje a Lucius en su patria se produjo el 17 de septiembre cuando cientos de personas de diferentes sitios de los Estados Unidos se reunieron en una iglesia bautista de Harlem.
Desde la llegada de sus cenizas a Cuba ha venido recibiendo el homenaje que merece en nuestra tierra, que culminará finalmente el 30 de julio en el lugar en que reposarán definitivamente.
Después de una rica trayectoria como la de Lucius, de una obra solidaria y humanitaria esculpida con la pasión y la imaginación de un artista, de sus sueños de construir un puente de amistad y paz entre el pueblo de los Estados Unidos y otros pueblos del mundo, en especial de Cuba, está definitivamente entre nosotros.
Lucius Walker ha muerto y es llegada la hora de mantenerlo vivo a través de su obra y su ejemplo. Por todo lo que hizo por Cuba y por su amor por ella.
¡BIENVENIDO A CUBA, LUCIUS WALKER, COMO UN HIJO, AHORA PARA SIEMPRE!
Enviado por su autor; imagen agregada RCBáez
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