martes, 17 de septiembre de 2013

La condena de amar demasiado

Por Luis López González 


El amor de los Cinco Héroes cubanos, su dedicación y esfuerzo es el idioma universal con el cual es necesario combatir el odio por el que fueron encarcelados...

Cuando has protegido la vida de cientos de personas sin importar el lugar del mundo, dudo mucho que a alguien le interese en primera instancia de dónde eres, cuáles son tus afiliaciones políticas o si eres religioso o ateo; en ese momento todo lo que emana de ti son tus cualidades de sacrificio y humanidad. El agradecimiento sería la reacción lógica de quienes te conocen o fueron beneficiados por tus acciones, lo universalmente correcto éticamente…, a menos que seas cubano y todo se haya desarrollado en los Estados Unidos. Esa, es otra historia.

Proteger puede ser un instinto, reacción o acto pensado con serenidad y objetivamente; puede ser por amor, o sentido del deber, pero siempre conlleva entregar una parte de ti en favor de los demás. Esas personas que arriesgan sus vidas por otras tienen la grandeza y el respeto de todos aquellos que los conocieron; sin embargo, las leyes aplicadas desde un punto de vista cegado por el odio del hombre pueden transformar las más sublimes acciones en meros hechos criminales.

Los Cinco Héroes cubanos dedicaron su amor y esfuerzos también al pueblo norteamericano, ese, que tal vez confió en un juicio imparcial en el “mejor país del mundo”, porque su verdad omite la historia de agresiones contra Cuba y aún cree en los principios de los padres fundadores de su nación.

Gerardo Hernández, en su alegato de defensa, mencionaba: “Quienes desconocen cómo se ha comportado históricamente el sector más radical de la comunidad cubana de Miami, quienes no ven la televisión en español ni escuchan la llamada “Radio Cubana”, tal vez pudieran haber pensado honestamente que nosotros podríamos tener un proceso imparcial y justo en esta ciudad. Lamentablemente hay muchas realidades que el pueblo norteamericano aún desconoce”. Todo asunto referente a Cuba será manipulado mientras sigamos el camino que comenzamos en 1959. Los ciudadanos norteamericanos, abrumados de información contradictoria, que a flashazos se les cuela en sus hogares, despiertan poco a poco de la bruma que cubre nuestro territorio y nuestras relaciones.

 “Solo lamento no tener más que una vida para entregar por mi patria”. Así declaró Gerardo, inspirado en la frase del héroe de Connecticut Nathan Hale. Tal expresión cobró fuerza en el banquillo. No es una frase de Martí ni de Maceo, es de un estadounidense; de uno de los héroes de la guerra de independencia de las 13 colonias que la historia recuerda por su valentía al infiltrarse en líneas enemigas. Entonces, ¿por qué erigir monumentos y condenar a aquellos hombres que realizan las mismas acciones años después? El sentimiento de patriotismo no puede estar al servicio de la política y la mentira de cobardes.

 “¡Si por evitar la muerte de seres humanos inocentes, si por defender a nuestros países del terrorismo, y evitar una invasión inútil a Cuba es por lo que se me condena hoy, pues bienvenida sea!”. Palabras exactas de Ramón ante una corte prejuiciada, que demuestran el interés de proteger a los estadounidenses inocentes tanto como a los cubanos. Esas acciones fueron silenciadas porque sería imposible condenar a quienes protegen a sus acusadores, imposible enfrentar una mirada que se sabe digna.

Eso nos lo recuerda René. “Es realmente triste ser educado para odiar a algo que uno ni conoce (Cuba). Y si se me permitiera la licencia, como descendiente de norteamericanos laboriosos y trabajadores, con el privilegio de haber nacido en este país y el privilegio de haber crecido en Cuba, le diría al noble pueblo norteamericano que no mire tan al sur para ver el peligro a los Estados Unidos”.

”Aférrense a los valores reales y genuinos que motivaron las almas de los padres fundadores de esta patria. Es la falta de esos valores pospuestos ante otros, menos idealistas intereses, el peligro real para esa sociedad”.

Recordando los cimientos de la misma nación que hoy los mantiene encarcelados, el padre de René le envió una carta previa al juicio donde tenía la esperanza de que se pudiera hallar un jurado donde afloraran los valores de Washington, Jefferson y Lincoln. Pero cuando los mafiosos y contrarrevolucionarios controlan el sistema de justicia es demasiado difícil que la luz entre a la sala del tribunal, excepto la que traían consigo nuestros compatriotas.

Mostrarles la verdadera causa del encierro a los norteamericanos no basta solamente. Recordarles la necesidad de su labor y la angustia de millones por su regreso es lo que se impone. Lazos amarillos para solidarizarnos por todo el mundo y pedir su regreso es un símbolo que se aprecia en cada calle cubana desde que René convocara al pueblo en su alocución, pero sobre todo debemos tener presente un idioma universal para enviar este mensaje, uno que combata el odio por el que fueron encarcelados: su amor por todos los que los rodean.

Tony no pudo ser más claro en su alegato sobre nuestros pueblos, cuando en un mensaje universal afirmó: “Yo amo la isla donde crecí, me eduqué, y en la que viven mi madre, uno de mis idolatrados hijos y muchos otros de mis seres queridos y amigos; también amo a este país, donde en los últimos 10 años de mi vida he dado y recibido verdaderas muestras de amor y solidaridad. Tengo la certeza de que es inevitable, no solo un puente de amistad entre ambos pueblos, sino entre todos los pueblos del mundo”.

Tomado de CubaAhora

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