Por Ángel Guerra Cabrera
Cercano
el 11 de septiembre es inevitable recordar abominables acontecimientos
luctuosos ocurridos en la fecha. Se cumplen 39 años del golpe fascista
contra el presidente Salvador Allende y 11 del atroz ataque a las Torres
Gemelas de Nueva York. El primero, una acción de terrorismo de Estado
de Estados Unidos pues está documentado que fue planeado por la CIA,
aprobado por el secretario de Estado Henry Kissinger y ordenado por el
presidente Richard Nixon. El segundo, también una acción terrorista y
por ello condenable desde todo punto de vista aunque no se disponga
todavía de una información convincente sobre los hechos.
Curiosamente
el número de personas fallecidas a consecuencia del primero y el
segundo ronda alrededor de 3 mil, cercano pero menor a la cantidad que
ha costado a Cuba la campaña terrorista patrocinada por Washington desde
1959, incluyendo la frustrada invasión de Bahía de Cochinos (3 mil 478
muertos y 2 mil 99 incapacitados, para ser exacto). Los crueles y
cotidianos sufrimientos y privaciones impuestos por el redoblado e
interminable bloqueo son inmensurables.
Después
del 11 de septiembre de 2001, Washington se autoproclamó campeón
mundial de la lucha contra el terrorismo pero ha usado una doble vara
para medirlo. Ello explica que hace casi 14 años, desde antes de aquella
fecha, mantenga en prisión a los cinco luchadores cubanos contra el
terrorismo apresados en Miami (René González está bajo libertad
supervisada y obligado a permanecer tres años más en Estados Unidos a
partir del 7 de octubre de 2011) mientras mima a los terroristas que
aquellos monitoreaban. Los cinco fueron condenados a penas totalmente
desproporcionadas en un juicio plagado de violaciones a la Constitución y
las leyes estadunidenses. Pese a su ejemplar conducta han sido puestos
en confinamiento solitario en numerosas ocasiones y a dos de ellos se
les ha impedido recibir la visita de las esposas residentes en Cuba, por
supuestamente constituir una amenaza a la seguridad nacional del
imperio. No es fortuito que una Corte de Apelaciones federal ordenara
anular el juicio ni que un panel de la ONU declarara que este no se
rigió por las normas del debido proceso. La injusticia con los cinco es
tan notoria que hizo exclamar a Gore Vidal: Es una prueba más de que
tenemos una crisis de derecho, una crisis política y una crisis
constitucional. Mientras, Noam Chomsky ha afirmado: La situación de los
cinco es un escándalo tal que es difícil hablar de ella. Once premios
Nobel respaldaron una apelación a la Corte Suprema de Estados Unidos,
que ésta ni consideró.
Pero
resulta que desde 2006 comenzó a salir a flote que el gobierno
estadounidense había pagado a numerosos periodistas que actuaron como
agentes secretos durante el juicio con el fin de manipular a la opinión
pública de Miami. Entre los medios utilizados están la CBS, The Miami
Herald, El Nuevo Herald, Diario las Américas, Radio y TV Martí y WAQI.
Para teñir el juicio en conjunto usaron la acusación de conspiración
para cometer asesinato contra Gerardo Hernández, inventada por la
fiscalía meses después del levantamiento de los cargos. Existen pruebas
contundentes de lo contrario: no eran Gerardo ni tampoco La Habana, sino
la Casa Blanca la que conocía muy bien que el 24 de febrero de 1998
avionetas de la organización contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate iban a violar una vez más el espacio aéreo de Cuba,
como venían haciendo habitualmente. La Habana, luego de enviar más de
12 notas diplomáticas exigiendo poner fin a las violaciones e incluso
recurrir a los buenos oficios de Gabriel García Márquez ante el
presidente Bill Clinton, advirtió a Washington que de continuar aquellas
los aparatos serían derribados, como en efecto ocurrió. Clinton había
prometido detenerlas.
Obviamente,
un proceso en que ninguno de los cargos fue probado, en que el
principal es un burdo invento y en que el gobierno pagó a periodistas de
la ciudad sede del juicio y lugar de residencia de los jurados, carece
de los mínimos requisitos para ser considerado legal. Ese argumento está
contenido en un nuevo affidavit presentado por el abogado Martin
Garbus, que busca la revocación de la condena de Gerardo Hernández
basada en la mala conducta masiva del gobierno, con sus pagos de varios
millones de dólares a periodistas. Washington se niega a abrir sus
archivos pues de hacerlo se le caería todo el juicio.
Fuente La Jornada
Imagen agregada RCBáez
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