miércoles, 7 de marzo de 2012

Dejaron amores por un gran amor

Por Ana Margarita González

La palabra exacta para definirlas pudiera ser heroínas, pero ellas se niegan a los epítetos con la misma dignidad que enfrentan las adversidades forjadas por las circunstancias, a partir de las vidas que otros escogieron.

No son pocas, y sin menguar el aporte de los varones, las mujeres que son tallo, ramas y frutos del árbol genealógico de los Cinco, lideran sus batallas en terreno movedizo, en el más peligroso: el de los sentimientos. Y no hay lágrimas que las subyuguen ni distancias que no puedan acortar. Viven con una esperanza: el abrazo de su hijo, de su padre, de su esposo, de su hermano en el suelo de la Patria.

¿De dónde sacan valor para tan desigual combate? Las madres, hijas, esposas y hermanas de los Cinco pertenecen a la estirpe de otras cubanas que las antecedieron y tuvieron sus enfrentamientos en la lucha armada o de las ideas. Por eso cuando ríen o lloran, cuando sus palabras quedan truncas a mitad del discurso, se nos hacen tan cercanas, tan vívidas, tan humanas.

No han sido bendecidas por los dioses para llevar la corona de sus héroes; las madres formaron hijos capaces de actitudes heroicas, de llevar el altruismo al más alto escalón posible; las mujeres, que en número superior a 20 conforman el citado árbol, viven a la altura de sus hombres. Una virtud que solo la muerte ha arrebatado.

Muchas dudamos de poder asumir tal estatura. La de Mirta, la madre que ya tiene 80 años y se empeña en vivir todos los que hagan falta para esperar el regreso de Tony; la de Irma, crecida aún más en medio de la lucha por la vida que libra Roberto, el otro hijo que la ha acompañado en la ausencia de su Rene; la de Magali, quien en cada gesto proclama aquella frase incólume de “nunca me van a vencer”.

Si nos ajustamos al Pequeño Larousse, a Adriana le queda exacto el concepto de estoicismo, del “dominio sobre la propia sensibilidad”, para definir a quien le han cercenado la más sublime aspiración femenina: la maternidad. Todo parece estar dicho, sin embargo, ella reconoce que “Gerardo no se alejó de mí porque quisiera, se alejó por ese gran amor que siente por la humanidad”.

Olguita “guapea” no solo por encargo de René, sino porque las pruebas de su amor soportaron la “huída” del esposo, el reencuentro, la cárcel, la deportación, y se alimentan con palabras y fotos desde la última vez que vio a su amado hace 12 años.

Cada una de estas mujeres que forjan o hacen la vida de nuestros Cinco Héroes merece una crónica, pero los límites que impone el espacio no me permiten ser específica, mas Ivette, la hija de René, la más joven de todas, es insoslayable porque carga la peor de las injusticias: haber sido arrebatada de los brazos de su padre siendo una bebita, comulgar con una vida que ni ella misma entendía, y superar hasta los propios trastornos que todo eso le provocó.

Las mujeres que acompañan a los héroes, las que se suman a sus causas y las engrandecen con ellos, son el rostro visible de la resistencia, del valor, del amor, del humanismo. Y ese es otro aliento para Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René: contar con sus mujeres.

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