Por Lilibeth Alfonso Martínez
Hoy, uno de los Cinco Héroes, salió como hombre libre de la prisión de Minnesota, Estados Unidos, después de 17 años y nueve meses. Su regreso a Cuba, si todo marcha según lo previsto, será en cuestión de semanas
Cuando, por fin, regrese, Fernando González Llort
encontrará una Patria que lo espera, una madre y un amor. Los hijos
que soñó no estarán para embadurnarlo de besos: el paso inevitable del
tiempo marchitó esa luz que es, para cualquier matrimonio, la llegada
de un niño.
En su lugar, lo recibirán seguro muchos más,
los de su cuadra y los de su ciudad, que lo ven repetirse cada día en
carteles y estrellas, y lo llenarán de preguntas difíciles, como son
casi siempre las sinceras.
Encontrará, también, una Cuba
diferente a la que dejó en los noventa, con el cartel de traidor en la
frente, escondiendo en los ojos el orgullo, para que no se le notara
-eso, creo, debió ser lo más difícil. Un país que sobrevivió a todo y
ahora, pasado el tiempo de resistir, construye.
Cuando regrese, Fernando no le deberá nada a los Estados Unidos que, en cambio, se quedará debiéndole la justicia:
Tres fueron los cargos contra él:
Conspiración, que consiste en un acuerdo para cometer delito contra los
Estados Unidos o engañar a ese país, Falsificación de documentos o
hacer declaraciones falsas ante autoridades gubernamentales para
obtener documentos y Agente extranjero, consistente en actuar como tal
sin ser diplomático ni comunicarlo al Fiscal General de Estados Unidos.
Su caso, un expediente exiguo con más adjetivos que verbos.
Encontrará, además, a René, a los familiares de sus otros hermanos -presos aún, están Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Gerardo Hernández- nacidos de los lazos de la solidaridad, que no tienen nada que envidiarle a los que trenza la sangre.
Quizás, entonces, se dé a la nostalgia de
todo lo que dejó de vivir, aunque dudo que el tiempo le alcance en
medio de la lucha por los que quedan atrás: porque lo suyo, cuenta su
madre, es ver las cosas desde el punto de vista positivo.
Regresará, por supuesto, a los brazos de Rosa
Aurora Freijanes, a quien le reñirá en secreto por la carta aquella en
que lo liberaba de su amor, porque a su regreso ya ella no podría
darle la descendencia que soñaron, a la que él respondió con toda la
crudeza de su sentimiento, porque lo importante era que se tenían el uno
al otro.
Entonces, en su casa de La Habana, Magali
cumplirá su promesa de cocinar la comida preferida de su hijo varón,
solo cuando este regresara y, en la mesa familiar, volverá a reinar la
yuca con mojo. Y el hombre sabrá, por fin, que ya está en casa.
Tomado de Venceremos
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