lunes, 14 de mayo de 2012

Magali Llort: En las raíces de su hijo

Por Arelys García Acosta

Audio en TeVeo


El amor de madre echa raíces aún en las tierras más infértiles, en las condiciones más hostiles. Una separación que ya suma casi 14 años, una condena desmedida que mantiene a su hijo y sus cuatro hermanos de causa, presos de las injusticias; todo ello y Magali Llort se da con más energía a Fernando González, su eterno niño limpio y sano.

“Cuando Fernando nació fue lógico que despertara celos en sus hermanas, temían ser reemplazadas. Él era el varón y el más chiquito, necesitaba de más cuidados, de más atenciones.

Ellos se llevan tan poco tiempo entre el nacimiento de uno y otro, que siempre han estado muy identificados. Entre Martha y Lourdes distan dos años y medio y entre Fernando y Lourdes sólo uno, entonces había determinada identificación entre los tres porque no había grandes diferencias de edades. Cuando fueron creciendo tenían más o menos los mismos intereses, y ayudó mucho el hecho de que todos fueran tratados por igual”.

Como si lo hubiera vivido ayer, Magali Llort recuerda los dilemas frente al televisor en las temporadas beisboleras. Con seguridad se extraña el bullicio de aquellos días en casa.

“Con lo pelotero que era Fernando en esos días no había quien viera la programación. Teníamos cuando aquello un televisor y él quería tener siempre la primicia de lo que pasaba en cada juego. Entonces no se conformaba sólo con ver la pelota; sino también con discutir sobre la jugada y decir si estaba bien o mal hecha. Aunque te digo, yo prefería aquella algarabía en la casa y no saber que estaba en la calle jugando”.

La voz de Magali siempre llega como manantial fresco para hablarnos del Fernando adolescente lleno de sueños y caminos.

“Yo tuve pendiente de todo su romanticismo y él me hacía cómplice de aquellas cosas. Yo tenía que contemporizar con todo aquello porque una tiene que entender las edades de los hijos y tratar de tenerlos bien asesorados, aconsejarlos, evitar que estén hasta altas horas en la calle.

“En realidad no puedo decir que Fernando me haya dado dolores de cabeza; siempre fue muy responsable, a pesar de ser muy divertido. Cuando salía de vacaciones le gustaba reunirse con el grupo, coger una tienda de campaña e irse en tren para Matanzas. Le gustaba ese tipo de excursión.

“Algo que me daba terror era que fueran a la playa; le tengo un respeto enorme al mar y cuando me decían que iban para la playa, imagínate como me ponía. Yo esperaba las cinco, las seis de la tarde mirando para la esquina porque me daba un poco de pavor.

Lo que me tranquilizaba era su grado de madurez para asumir las cosas, eso me calmaba”.

El Fernando extremadamente sensible aparecía ante los ojos de Magali con muestras que inevitablemente arrancaban la admiración de la madre.

“Cuando Fernando estaba en el preuniversitario, en Isla de la Juventud, él llegaba de la beca con bastante ropa; por lo general los pases eran los sábados y yo estaba trabajando. En una ocasión, cuando llegué me recibió contentísimo porque había lavado toda la ropa. Te imaginas que había metido la ropa de la agricultura con la normal de las clases; pero fue un acto tan hermoso y lo hizo pensando en quitarme la carga de tantas tareas que él sabía me aguardaban en la casa cuando yo llegara. Fue una brillante idea”.

Las manos de mi madre, tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras, así escribió el poeta y así también describe Fernando, desde lejos y tras las rejas, las manos de Magali Llort, la madre que siempre espera.

“Fernando es una persona muy cariñosa, pero es un cariño demostrativo porque siempre estaba abrazándote por la espalda, pasándote la mano por la cabeza, ese sentido de cariño, de comprensión, de presión con el trabajo, con la casa. Extraño mucho eso de él, honestamente”.

El tiempo ha pasado y aún los brazos de Magali Llort siguen trenzados al cuello de Fernando.

Fuente Radio Sancti Spiritus

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