Madres y esposas de los 5 en larga y angustiosa espera
Por Wilkie Delgado Correa
En
esta ocasión, cuando ya se acerca el 14mo. aniversario de la detención
de los cinco Héroes cubanos, bien vale la pena reflexionar sobre esta
realidad que pensábamos que, por imperativo de justicia y hasta de
sentido común, no sería tan prolongada. El tiempo ha transcurrido con la
pesada carga que cada ser humano lleva sobre los hombres con una
sensación especial de pasado, presente y futuro. Ese tiempo encerrado en
una cárcel pesa mucho más sobre la existencia. Cuando se trata de una
condena injusta, el alma y la razón del hombre se rebelan, pues debe
sufrir las desgarraduras que causa la injusticia. En tales
circunstancias son muchas las influencias internas y externas que pueden
aliviar las penas.
Los cinco cubanos presos en los Estados Unidos tienen en sus madres,
junto a otros mecanismos de defensa, el escudo protector y el abrigo
espiritual para enfrentar la soledad de los días y años dentro de las
celdas. Cuánta razón tenía José Martí al afirmar que “la madre, esté
lejos y cerca de nosotros, es el sostén de nuestra vida”.
Magali y Mirta todavía soportan con estoicismo el peso de los años,
alentadas por la esperanza de la libertad probable de sus hijos Fernando
y Antonio. Irma, a pesar de la libertad de René, debe seguir sufriendo
una libertad supervisada que constituye en esencia una condena
adicional, a lo que se une la pena infinita por la grave enfermedad de
su hijo Roberto. Todas tienen ante sí mismas las condenas atroces contra
sus hijos, experimentan en sus existencias todo el dolor que provoca el
encarcelamiento injusto de sus hijos en los Estados Unidos, sienten el
orgullo de verles dignos y enfrentados a una suerte aciaga por cumplir
el sagrado deber de defender a su patria contra el terrorismo practicado
sistemáticamente desde territorio norteamericano, y les acompañan –¡ay,
carne de su carne y sangre de su sangre!- en sus batallas por lograr la
libertad plena que nunca debieron perder. Confían, más allá de toda la
realidad adversa que está presente en el seno del imperio, que la verdad
haga posible el triunfo de la justicia o que un acto mínimo de
clemencia del presidente Obama, permitan que se abran las puertas de las
prisiones de alta seguridad de ese país y se produzca el anhelado
retorno a casa. A Nereida y a Carmen, madres de Ramón y Gerardo, no les
alcanzó la vida para seguir soñando y esperando ese día feliz que acaso
durante mucho tiempo entrevieron entre penumbras y zozobras.
Cuando ese día llegue, -pues tiene que llegar indefectiblemente- será
ocasión para que René, Antonio y Fernando, abracen a sus madres para
decirles: “Madre, mírame tú, aquí me tienes junto a ti: fiel y digno
como me formaste”. Será ocasión para que Gerardo visite la tumba de
Carmen y le diga en un susurro: “Mamucha querida, llegué al fin
demasiado tarde, tú recordándome siempre a pesar de los muchos olvidos
que te poblaron la mente en tus días finales, pero aquí me tienes
íntegro y libre de las traiciones que me ofrecieron con los encantos de
serpientes. Aquí me tienes digno y fiel como me formaste”. También será
la ocasión para que Ramón llegue hasta la tumba de Nereida, su madre,
quien no pudo conocer en su momento la noble misión de su hijo, y le
exprese: “Perdóname, madre, he vuelto de la misión que me alejó de ti.
Nunca lo supiste, aunque tal vez la verdad alguna vez te rondó en la
cabeza. Madre, aquí está tu hijo: fiel y digno como me formaste”.
Hoy, después del largo tiempo transcurrido, tres madres esperan con la
urgencia de los años que las hacen vulnerables, pero con las verdades
que las hacen espiritualmente fuertes y combativas en defensa de sus
hijos, y aun tienen la esperanza de que el bien se imponga al mal en
este tiempo signado por el odio torvo de un imperio que es capaz de
encadenar a la justicia, torturarla, violarla y mantenerla secuestrada.
Las madres esperan ver libres a sus hijos, y a la justicia también. La
libertad debe llegar como un rayo de luz que ilumine la imagen de los 5
Héroes y, a la vez, a la propia imagen de la justicia norteamericana.
Pero, además de la historia de las madres, hay que resaltar la de las
esposas, pues esta es una nueva historia homérica. Cada tiempo histórico
tiene sus cantores y su Odisea. Homero inmortalizó la lealtad y
paciencia de Penélope durante su espera por Ulises que libraba sus
batallas contra seres y monstruos enemigos que, conocidos y
desconocidos, se encontraba en tierras lejanas.
La heroicidad de Ulises y su retorno a su medio hogareño, resultaron
compensados, debe decirse premiados, por la fidelidad de su esposa
Penélope.
Homero supo atrapar el destino honorable de dos seres que, cada cual en
su lugar, representan valores eternos para la humanidad. Pero en la
historia contada y cantada por Homero, no acabaron las experiencias
iguales o parecidas vividas por otros seres a lo largo de la historia de
la humanidad. Estas deben haberse repetido más de una vez, aunque no
siempre hayan tenido la belleza y el esplendor interiores del relato
original.
En síntesis, en la Odisea, poema épico griego, Homero cuenta las
aventuras de Odiseo (Ulises en la tradición latina) y el regreso del
héroe griego al hogar diez años después de la guerra de Troya. En ese
período se enfrentó a diversos peligros, como al cíclope devorador de
hombres Polifemo, y a la diosa Calipso, que le prometía la inmortalidad
si renunciaba a volver a casa. Por su parte Penélope, aunque su marido
estuvo ausente durante tan largo tiempo a consecuencia de la guerra,
nunca dudó que Ulises regresaría y mantuvo su fidelidad.
En la Odisea el mal es derrotado, triunfa la justicia, y la familia, tristemente separada, se reúne de nuevo.
En la historia más reciente de la cual todos somos testigos, una
historia semejante e igualmente emocionante ocurre en Cuba y en Estados
Unidos. Las Penélopes cubanas de ahora se nombran Olga, Rosa Aurora,
Adriana y Elizabeth, y son las esposas de cuatro de los Cinco Héroes
cubanos presos injustamente en los Estados Unidos, en cuyo territorio
libraban, inermes, una lucha contra el terrorismo. Se enfrentaban allí a
nuevos Polifemos pertenecientes a la mafia terrorista de Miami. Allí,
una vez apresados, declinaron las propuestas de Calipso, esta vez
representada por las autoridades y justicia norteamericanas, dispuesta a
concederles el perdón –y vaya a Ud. a saber cuántas cosas materiales- a
cambio de que accedieran a traicionar sus principios y se declarasen
espías de su país.
Al término de casi catorce años de prisión, las esposas, esas Penélopes
contemporáneas, permaneces fieles no sólo esperando el regreso de
Gerardo, René, Ramón, Fernando, y también de Antonio, esos nuevos Ulises
de nuestro tiempo, sino que trabajan y luchan cada día porque se abran
las puertas de las cárceles y ellos puedan regresar con la frente alta,
como mismo entraron a la prisión, y con la misma dignidad con la que
han cumplido y cumplirán la condena injusta, hasta que dure.
Como tiene que cumplirse inexorablemente la fidelidad de los personajes
de esta historia reciente de los Cinco Héroes, al igual que en el poema
de Homero, es cuestión de esperar, pero luchando en todas partes y por
cualquier vía ética, que esta vez también vuelvan los Héroes, como hizo
Ulises, y las Penélopes cubanas les reciban con el abrazo de un amor
fiel e invencible. Será el momento entonces para festejar el triunfo de
la justicia, la dignificación de la familia y la victoria de la
solidaridad humana con las causas nobles y sus héroes.
Pero
en tanto esta historia no tenga el merecido desenlace feliz, debemos
recordar todos los días que las madres y las esposas de los 5 están en
larga y angustiosa espera, y los cinco se encuentran en un cautiverio
injusto y criminal.
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